miércoles, 13 de julio de 2011

Jorge Eduardo Benavides. El ritual de la huaca. Lima: QG editores, 2011. 48 pp. (Colección Sobrenatural del diario Correo, 2011).

Jorge Eduardo Benavides. El ritual de la huaca. Lima: QG editores, 2011. 48 pp. (Colección Sobrenatural del diario Correo, 2011).

Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *

Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) es autor de El ritual de la huaca, en la línea ya conocida de su buen libro de cuentos de terror (claramente político) La noche de Morgana, entre otras novelas escritas en otro registro. Muchas veces se ha dicho que la ficción es otro mundo, en donde todo puede suceder. En cuanto al terror fantástico moderno, muchas veces no hay retorno al orden inicial, es decir, la transgresión provocada por la irrupción de lo insólito no se resuelve al finalizar el texto. En suma: triunfa el mal. Lo mismo ocurre en este relato de final abrupto y a la vez sorpresivo.

Las acciones se centran en tres adolescentes que terminan profanándola sacralidad de una huaca prehispánica durante uno de sus habituales paseos en bicicleta al desenterrar un objeto desconocido. Desde el campo cultural, este elemento es presentado como una suerte de alteridad, por la cual, el “ekeko” termina construyéndose como negativo y diabólico.

Pero será en el relato enmarcado del viejo a los adolescentes, en donde se refieren propiamente los hechos sobrenaturales (maldiciones, casualidades funestas) a partir de la figura-objeto del “ekeko”, en medio de un ritual de reminiscencias góticas, que deja al lector con la vacilación respecto de si hay algo de cierto en todo ello o si se trata más bien de un estado de locura del viejo. El final abierto y la ambigüedad antes mencionada están construidas con gran maestría.

Sin duda estamos frente a un narrador que conoce la tradición de la literatura clásica de terror, que sabe dosificar la intensidad y tensión psicológica, pero sobre todo, que no se limita a ofrecernos un final “edificante” como podría pensarse (aunque algo indirecto se podría desprender: no hay que transgredir los espacios “sacros” sean estos occidentalizados o andinos), sino que deja que se imponga la propia lógica del relato y más aún, su propia libertad como escritor. A pesar de la visión algo tópica de lo “andino” como lo negativo, oscuro y diabólico no dudamos en considerarla como una pequeña obra maestra de esta colección.

Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola