domingo, 21 de julio de 2013

201. José Donayre y David Roas (compiladores). Lima: Altazor, 2013. 126 pp.



201. José Donayre y David Roas (compiladores). Lima: Altazor, 2013. 126 pp.


Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *


“Prólogo”*


Para la numerología, los números no son solo cantidades o magnitudes verificables en la realidad sino algo más: trasmiten un mensaje cifrado, anuncian el futuro, rigen nuestro destino e incluso pueden convertirse en una experiencia mística porque, en esencia, son inmanentes al misterio o a una razón oculta. La casualidad y el azar son inverosímiles para los creyentes. Un número puede conducirnos a la maravilla o al horror puro, al deseo pleno y satisfactorio o al caos radical.

Todos los microrrelatos aquí incluidos inician, rodean o concluyen en la habitación 201. Si 1408 de Stephen King ficcionalizó el popular motivo de la habitación fantasmal, aquí el rumor se instala como verdad ficcional absoluta y produce juegos metaficcionales y hasta idolatrías. Esta colección de microrrelatos tiene dos ejes capitales: la muerte y el sexo.

La muerte real se operativiza mediante una voz fantasmal que se descubre al final del relato y narra desde el otro lado, desde un no-lugar; la muerte imaginada, en cambio, anuncia el acontecimiento próximo e inevitable de quien narra, casi siempre en primera persona (un suicida en potencia es ya un fantasma, que va dejando este mundo de a poco), pero es una muerte que no se explica totalmente o es ambigua.

El otro eje es el puro goce sexual, ya sea mediante ciertas parafilias o anormalidades, y sobre todo, por el exceso libidinal. En todos los casos es ese mundo privado puesto en los ojos del lector, que atisba por instante el fuera de escena, esa cosa obscena. Pero el sexo representado de este universo cerrado de la habitación 201 conduce casi siempre a la frustración.

Ese sentimiento será reiterativo: casi nadie alcanza el objeto de deseo. Son vivos que quieren morir o muertos que empiezan a descubrirse como tal.

Ambos ejes son tratados acá, generalmente, desde códigos realistas —es un decir— porque a veces puede ocurrir que la mirada sobre las cosas de la realidad las conviertan en imposibles o fantásticas, dando paso al caos.

¿Y por qué tanto deseo de muerte frente a las ventajas de la hipertecnología, del Brave New World de Huxley y de las sagas de Twilight? Quizás en estos relatos cargados de ironía y humor negro —en donde no ocurre nada— se exprese la frustración del sujeto frente a la
brutal realidad y el vacío del ego en la vida moderna. Porque en un microrrelato la muerte es quizás lo más sorpresivo y absoluto, el último acto humano, una muerte que está anunciada desde el nacimiento, pero que en estos relatos irrumpe de modo insólito e imprevisible, desbordando al sujeto.

Si se desea lo que no se tiene, quizá solo imaginamos lo que no existe porque tanto el deseo como la imaginación surgen de lo real, o porque la satisfacción del deseo puede llevarnos al hastío o a otro deseo mucho más perverso.

Notables son, en este libro, los textos de Miguel Ruiz Effio, Daniel Salvo, Rodolfo Ybarra, o el metafísico Lucho Zúñiga, siendo este último uno de los más interesantes de la generación más reciente.

La 201 no es otra cosa que la habitación del miedo, el espacio cerrado que —como un portal—, da pie a la irrupción natural de los monstruos imaginarios de cada uno de los autores aquí reunidos, entidades únicas perseguidas también por sus propias pesadillas porque, de algún modo, entrar en la 201 es una costumbre como el morir (Borges decía: “morir es una costumbre que sabe tener la gente”), porque como en Mulholland Drive no hay banda ni orquesta, todo es ilusión.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos


*[Publicado en 201, pp. 15-17]