sábado, 24 de mayo de 2014

Honores, Elton: La civilización del horror. El relato de terror en el Perú. Lima: El lamparero alucinado, 2013. 165p. Por Jesús Diamantino



Honores, Elton: La civilización del horror. El relato de terror en el Perú. Lima: El lamparero alucinado, 2013. 165p.

Jesús Diamantino Valdés
Universidad Adolfo Ibáñez, Chile

En La civilización del horror. El relato de terror en el Perú, Elton Honores busca ahondar en una de las temáticas más desdeñadas por la crítica literaria peruana: el terror. Esta indiferencia (que posiblemente es sintomática en casi toda Latinoamérica) se debe al desconocimiento de los factores culturales y los mecanismos estéticos que determinan a este subgénero. En su introducción, Honores señala que: “El desinterés [por el terror] –dentro de los estudios literarios– no se debe necesariamente a la falta de producción, sino que al igual que lo fantástico, este posee, en el mejor de los casos, el estigma de considerarse como literatura de evasión, es decir, el terror como una narrativa que se aleja de los problemas reales de la sociedad (…) pero también el de ser supuestamente una literatura que es consumida por un grupo minoritario de lectores, imaginados como almas diabólicas o seres anormales” (11). Enseguida, este prejuicio es rebatido por el autor al exponer la hipótesis de su trabajo: los relatos de terror no sólo tienen una pretensión lúdica, sino que también proyectan los miedos colectivos de la sociedad peruana, configurando de esta forma una identidad histórica (una tesis que también podría extenderse a todo Occidente). Este planteamiento será el punto de partida de su investigación.

El libro de Honores se divide en tres capítulos. En el primero de ellos, titulado “Reflexiones teóricas sobre el terror”, revisa diversos autores y sus planteamientos en torno al tema. Destaca las apreciaciones de teóricos como Roger Caillois, H. P. Lovecraft y Rafael Llopis, quienes han intentado definir y categorizar “el miedo” como sustrato estético de la literatura fantástica. Asimismo, el autor hace hincapié en el carácter alegórico de la literatura de terror y su estrecha relación con la muerte, la inestabilidad del orden social y las angustias del hombre contemporáneo (las enfermedades, la ruina económica, la vejez, etc.) entre otros factores que constituyen el desarrollo de este tipo de ficciones. Una vez delimitado conceptualmente el género, Honores realiza una breve revisión histórica del relato de terror en Perú partiendo desde la época prehispánica colonial. En esa sección el autor se refiere a la presencia de elementos terroríficos en la iconografía indígena (monolitos, telas, cerámicas, etc.), en relatos orales mitológicos y en textos cronísticos; dando cuenta del “miedo” como una reafirmación cultural: un vasto escenario de sacrificios humanos, dioses, demonios e incluso el miedo frente al estruendo de las armas y la Inquisición desde la perspectiva de los incas.

Luego, en “El miedo en los siglos XIX y XX”, Honores explica los pormenores culturales que alimentaron el terror en aquel período, como por ejemplo, el miedo de la elite ante una posible insurgencia del pueblo, y ante la pérdida del poder de la Iglesia. En este contexto, la literatura manifiesta un cambio desde el costumbrismo al romanticismo, enfatizando la reconstrucción de un pasado histórico por sobre una realidad objetiva: “En relación al relato de terror, los elementos propios del género aparecen en los textos del período decimonónico orientados principalmente hacia la alegoría moral y aleccionadora” (55). Por ese motivo, en la primera mitad del s. XIX los narradores privilegian los asuntos folclóricos y la herencia de las crónicas religiosas.   

Más adelante, continuando con el mismo orden cronológico, el autor explica los paralelismos que las vanguardias literarias establecen con el cine de terror norteamericano y peruano (años 20 y 30), para después dar lugar a la literatura moderna y al desarrollo del género del terror paródico, en estrecha relación con la cultura de masas (años 50 y 60). Sin embargo, será en los años 70 cuando el género fantástico vuelva a los referentes canónicos (principalmente hacia H. P. Lovecraft) abriéndose camino hasta la actualidad. En este periplo, se destacan escritores como Lucio Colonna-Preti, Pablo Nicoli y Fernando Iwasaki. Finalmente, el autor hace una revisión de seres fantásticos y maléficos de la cultura andina (pistacos, cabezas voladoras, almas en pena, qarqachas o degollador) que los narradores han utilizado profusamente en la literatura peruana.

En el segundo capítulo, titulado “Formas temáticas locales del imaginario popular” el autor indaga en torno a las diversos elementos de la literatura de terror en base a las representaciones del mundo popular local. Comenzando con un anecdotario de historias coloniales sobre aparecidos, objetos encantados, casas embrujadas (como parte del imaginario social), Honores desglosa diversos elementos temáticos que engrosan el corpus de obras de terror peruanas: el primero de ellos es la figura delfantasma como una representación directa de la muerte y de la dualidad entre el mundo material y el espiritual. Al respecto destaca dos obras: La procesión de las ánimas (1864) de Francisco Ibáñez y Continuidad (1953) de Catalina Recavarren. La primera, un muestrario de historias espectrales y edificantes; la segunda, una novela fantasmal de gran complejidad narrativa. De la misma forma, el autor continúa analizando otros temas como los espacios insólitos, el terror al otro, el terror a lo andino, el terror a lo amazónico, la mujer monstruo y el terror a lo sexual, en este caso, sin establecer una directriz cronológica, ya que el grueso de su estudio se mantiene en el aspecto temático.

En el tercer y último capítulo, “Tópicos del terror”, el crítico se propone analizar algunos temas clásicos de la literatura de terror que han sido asimilados en la narrativa peruana, como el caso de la joven mujer muerta y de la figura del diablo. La mujer fantasmal que vuelve del mundo de los muertos para atormentar a los hombres, la mujer vampirizada, la femme fatale o demonio que busca la perdición de las almas aparece en la novela corta Morx ex vita (1923) de Clemente Palma, en donde se hace referencia a las prácticas espiritistas y al amor del protagonista por una mujer fallecida; y lo demoniaco y la figura del Diablo (El príncipe de las Tinieblas, el pacto con el maligno, la tentación y el pecado) en el cuento Trágica imitación (1957) de Eduardo Ribeyro, un relato alegórico en clave carnavalesca que presenta la perpetua dicotomía entre el bien y el mal. Luego su estudio continúa con el tema de los monstruos, como aquello que se opone a la naturaleza y la subvierte (deformaciones, vampiros, hombres-lobo, etc.) en la novela El club monsters. También considera Revelaciones de la Arequipa oculta (2007) de Pablo Nicoli Segura, un relato hiperbólico y grotesco que funciona como homenaje a cintas del género fantástico. El capítulo se cierra con un análisis de la novela La reina madre  (2007) de José Güich, desde el género de la ciencia ficción.

La civilización del horror de Elton Honores proporciona un sugerente análisis de los aspectos socio-culturales que determinaron (y continúan determinando) a la literatura de terror en Perú, y también en todo nuestro continente. Del mismo modo, expone una interesante panorámica de los principales temas y tópicos del género fantástico que han sido reapropiados por autores latinoamericanos. De esta manera, Honores devela el lenguaje simbólico detrás de este tipo de obras y nos entrega una mirada original de la narrativa peruana y su contexto de producción, haciendo hincapié en el “lenguaje del miedo” como una forma discursiva persistente en la historia de la literatura hispanoamericana: un lenguaje que define al sujeto y su idiosincrasia.  Sin duda un texto ineludible para futuras investigaciones.


En: < http://www.uai.cl/facultades-y-carreras/facultad-de-artes-liberales/master/magister-en-literatura-comparada/notas-al-margen-resenas/helton-honores-la-civilizacion-del-horror-el-relato-de-terror-en-el-peru>