sábado, 26 de septiembre de 2015

Paul Guillén. Poesía y psicoanálisis. Falo/Escritura en Enrique Verástegui. Lima: Perro de ambiente, 2015. 118 pp.




Paul Guillén. Poesía y psicoanálisis. Falo/Escritura en Enrique Verástegui. Lima: Perro de ambiente, 2015. 118 pp.

            Paul Guillén (Ica, 1976) poeta y crítico literario es autor de Poesía y psicoanálisis. Falo/Escritura en Enrique Verástegui. El libro es su tesis de licenciatura adaptada al formato libro, que no deja de lado el aparato teórico, en este caso el psicoanálisis lacaniano. En el prólogo se sostiene la poesía de E. Verástegui (Cañete, 1950) “es una forma de lucha contra el capitalismo alienante que comprime y enajena al ser humano” (10), de ello se desprende el lado político de Verástegui que se apropia de los propios conceptos y valores de la sociedad capitalista para rearticular un programa poético en el que se inscriben diversos registros formales y temáticos. Guillén es consciente también que existe una problemática sobre la posibilidad del abordaje de textos poéticos por el psicoanálisis (12-13).

            El capítulo I se concentra en la recepción crítica de la poesía del autor de En los extramuros del mundo. La principal crítica que hace Guillén al estado de la cuestión crítica es el carácter sociológico que ha dominado la lectura de la poesía peruana, que condiciona el texto al contexto de modo mecánico y torpe, para dejar de lado realidades metafísicas o líricas (17) que se potencian en los textos de ficción. Así mismo rechaza el privilegiar lo dominante (la narrativismo) y dejar de lado otros elementos por considerarlos marginales dentro de la poesía de los años 70 (el surrealismo, el simbolismo). En cuanto a la noción del “poema integral” de Hora Zero que estudia el autor, nosotros agregamos que conecta también con el peso del “boom” y su propuesta de la “novela total”.

            El capítulo II analiza la idea de poesía de Verástegui y se sostiene que “cualquier texto produce estructuras sociales sea llamado fantástico, metaliterario o neorrealista […] todo texto al ser parte de la sociedad no puede escapar de ser un elemento cultural y político […]” (51). Todo esto para defender una lectura que privilegia la obra más como un fenómeno artístico que como mero fenómeno social. Guillén hace un recorrido de las influencias de Verástegui desde un punto de vista técnico-poético que se refractan en sus poemas. El capítulo III estudia en concreto el libro Monte de goce, al que se le atribuye un carácter posmoderno y se lee desde la teoría lacaniana.

El libro es un trabajo teórico y hermenéutico importante, sobre todo para el análisis poético. De otro lado, aborda a un poeta clave de la lírica peruana de la segunda mitad del siglo XX, aún vigente como modelo. Si bien el “circuito” de libros de crítica literaria es muy reducido o nulo respecto del “mercado” de la ficción (narrativa y poesía) que sigue siendo aún artesanal o premoderno, en los términos de Cornejo Polar, esperamos que este trabajo concite la atención no solo de los lectores de poesía sino de aquellos interesados en explorar desde una lectura académica la obra de Verástegui.


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Rodolfo Ybarra. Secreto de Estado. Lima: Arteidea, 2012. 100 pp.


Rodolfo Ybarra. Secreto de Estado. Lima: Arteidea, 2012. 100 pp.

Rodolfo Ybarra (Lima, 1969) es quizás el secreto mejor guardado de la narrativa peruana contemporánea. Ybarra está sumergido en la contracultura limeña, la estética punk y en el activismo político. Si bien posee una larga labor poética desde los años 90 en adelante, el paso de la poesía a la narrativa ha dado frutos notables: la novela Matagente, texto paródico sobre un asesino en serie, además de colaboraciones en antologías en los que sus textos destacaban del conjunto respectivo. Secreto de Estado es una novela breve o “nouvelle” en la que vuelve a sorprender. Y llama la atención por la casi nula recepción.

La novela se inserta dentro del ciclo de la “violencia política”. Ybarra construye la voz artificial de un ex miembro de las fuerzas armadas que da testimonio a un periodista extranjero sobre los horrores de la “guerra” y sus métodos de tortura. Este punto es clave por cuanto Ybarra propone una mezcla entre la novela política y el relato de horror, que apela a referentes de la cultura pop. Es decir, por un lado, cuestiona el accionar militar; por otro, desvirtúa o mengua el horror a través de estas menciones.

Si el horror es irrepresentable y obsceno, Ybarra se vale del “falso testimonio” para dar cuenta del horror en su dimensión física. Pero no crea el lector que la novela es cómoda por este artificio, pues al final se incluye un apartado titulado “Off the record” en el que se incluyen fragmentos “reales” sobre el caso. Así, realidad y ficción quedan imbricados en un diálogo eterno por cuanto no puede saberse con certeza qué es verdadero y qué es falso.

La teoría de la conspiración, la necrofilia, son también parte de esta trama, con un final teatral, en el que la voz asesina controla totalmente el escenario. Secreto de Estado es una novela que enriquece el ciclo narrativo de la “violencia política” y pone en cuestionamiento la “mimesis” con la cual se ha tratado el tema desde la literatura, pues potencia la ficción sobre la realidad, sin dejar de aludirla.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

viernes, 25 de septiembre de 2015

Carlos Rengifo (Comp.) ¡Bienvenido, Armagedón! Lima: Altazor, 2013. 134 pp.




Carlos Rengifo (Comp.) ¡Bienvenido, Armagedón! Lima: Altazor, 2013. 134 pp.

            Esta compilación de Carlos Rengifo reúne doce narraciones sobre el fin del mundo y sus variantes subjetivas. El fin del mundo no es solo el apocalipsis global sino la muerte de la humanidad, a través del individuo y su disolución como ser humano absorbido por la tecnología, tal como se desprende del prólogo. Destacan “Arabella: serie B” de José Güich, que rinde homenaje al cine norteamericano de serie B de los años 50, a The Twilight Zone. El anuncio de un colapso global se sigue desde un mundo rural en el que una familia sobrevive junto a una singular “mascota” que cobrará dimensiones extraordinarias. En este caso, lo monstruoso está integrado a lo familiar e incluso puede servir de protección física, con lo cual quiebra el paradigma de lo “normal”. Es un relato soberbio que reafirma a Güich como uno de los narradores más sólidos en esta orientación imaginativa. “Un nuevo inicio” de Pedro Novoa es un texto breve y contundente. Nuevamente sobre la base de la devastación, un par de sobrevivientes buscan prolongarse en un nuevo ser, que tendrá dimensiones monstruosas, como parte de ese nuevo mundo en destrucción. Hay un guiño al cuento “El día trágico” de Clemente Palma, de similar situación. “Un quizá definitivo” de Carlos Saldívar propone la desmaterialización de dos sujetos místicos (maestro y discípulo) frente al horror del Armagedón lo que los lleva a otro nivel de existencia post-catástrofe y “La máscara del fin del mundo” de Daniel Salvo, con un diálogo intertextual propone la visita de seres primordiales fundadores cuyo discurso no es tomado como verdad por los humanos y se convierten en fuente de diversas ficciones. Al final deciden que el único camino es destruir la tierra. Son también ángeles exterminadores. El relato está en la onda del film Knowing (Presagio, 2009) de Alex Proyas. Completan el libro textos de Ronal Arquíñigo, María Alzira, Grecia Cáceres, Víctor Coral, Rafael Juárez, Juan Carlos Méndez, Antonio Moretti y Jorge Ureta. Sin duda, el libro es de lectura recomendable para los amantes de las catástrofes y narrativa apocalíptica, en estos (supuestos) últimos días del planeta tierra.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

viernes, 11 de septiembre de 2015

El fin de algo. Antología del nuevo cuento peruano 2001-2015 (Víctor Ruiz Velazco, ant.). Lima: Santuario, 2015. 358 pp.




El fin de algo. Antología del nuevo cuento peruano 2001-2015 (Víctor Ruiz Velazco, ant.). Lima: Santuario, 2015. 358 pp.

Toda antología responde a la sensibilidad del antologador que escoge de entre una serie de libros o autores, los cuentos más significativos o modélicos, no solo desde el punto de vista estético-ideológico sino que reafirmen su hipótesis de trabajo. Las principales antologías editadas en Lima en los últimos años son temáticas (cfr. los trabajos de José Donayre como Horrendos y fascinantes, Ultraviolentos, Se vende marcianos) o generacionales (cfr. las antologías Disidentes de Gabriel Ruiz Ortega o Selección peruana 2000-2015 de Ricardo Sumalavia). La antología de Víctor Ruiz Velazco (Lima, 1982) se sitúa dentro de las generacionales. Se elige 2001 por eventos dramáticos como la Marcha de los 4 Suyos (y la posterior recuperación de la “democracia”) y el Atentado contra las Torres Gemelas, pero podríamos añadir que 2001 es también el año emblemático que plantea la Kubrick-Clarke para pensar en el futuro de la humanidad.

            Los criterios de selección de esta antología son: a) tener un libro publicado (es decir, se deja de lado a autores inéditos); y b) haber publicado entre 2001 y 2015. El tercer factor que no se indica y que es generacional es que se trata de autores nacidos entre 1969 y 1986,  intervalo que obvia a otra serie de autores que publican en ese mismo intervalo (2001-2015) que relativamente serían menos cercanos como grupo generacional (Ricardo Sumalavia, 1968; Daniel Salvo, 1967; Gonzalo Málaga, 1967; José Donayre, 1966;[…]). Si se observa que son 3 los autores incluidos nacidos en 1969: Ulises González (Huancavelica), Karina Pacheco (Cuzco) y Yeniva Fernandez (Lima) y que solo uno corresponde a 1986 (Cristhian Briceño), son quince los autores que nacen entre 1970 y 1979, y que los son dominantes en el libro.

El título puede resultar engañoso si pensamos esta producción en términos de ruptura con la anterior (“El fin de algo”), pues se observa más bien una continuidad con la tradición urbano-limeña, sobre todo en la línea de Ribeyro (cfr. “Tantas veces la reunión” de Juan Manuel Chávez) y menos con la línea de Arguedas. Esto plantea un problema: ¿es esto en estricto lo dominante en la narrativa peruana contemporánea o responde a lo que mencionábamos al inicio, a la sensibilidad del antologador? Ya David Miklos en Estática doméstica. Tres generaciones de cuentistas peruanos (1951-1981) (México, 2005) sostenía que los dos grandes paradigmas en la narrativa breve peruana eran: Ribeyro o Vargas Llosa, con lo cual el proyecto arguediano había sido ya borrado. La orientación de Miklos está implícita en este libro.

En el cuento peruano es difícil ver la ruptura con la tradición. A nivel formal, el cuento tiene una estructura, una construcción propia del género, que es menos experimental que en la novela. Lo nuevo del cuento peruano podría –es una hipótesis- encontrarse en el contenido, en específico en los géneros representados. El realismo se supone dominante en nuestra tradición, pero el uso de la ciencia ficción termina no solo por extrañar la realidad del mundo representado en la ficción sino que dentro del panorama tradicional, se constituye en una anomalía, en lo raro en sí. Por ello, si tuviera que ejemplificar el fin de ese “algo”, los casos emblemáticos serían Alexis Iparraguirre con “Proximidad del Huracán” (cfr. Narrativas del caos, 2012) y Pedro Novoa con “Los funerales de Mr. Green”. A diferencia de la ciencia ficción, lo fantástico está siendo aceptado y forma parte ya de la tradición local y tiene en Yeniva Fernández con “Rutka” (cfr. http://eltonhonores.blogspot.pe/2015/03/yeniva-fernandez-siete-paseos-por-la.HTML [y]http://eltonhonores.blogspot.pe/2015/06/yeniva-fernandez-siete-paseos-por-la.html)y “Maldita sea” de Julie de Trazegnies, con esa atmósfera enrarecida propia del cuento extraño y desde el tópico de la “casa maldita”, a sus representantes en este libro.

            Otros autores importantes de la antología son Pedro Llosa Velez con “La niña de Onetti”, cuento de orientación policial cercana a los universos onettianos del autor de La vida breve, “The cure en Huancayo” de Ulises González y “El valle de los mutilados” de Sandro Bossio, cuentos de gran poder metafórico ligados al ciclo de la violencia política. Asimismo destacan los textos de Karina Pacheco, Carlos Yushimito, Daniel Alarcón y Dante Trujillo. Si algo hay que destacar de los 19 antologados es la madurez de sus narraciones. En este punto, Ruiz Velasco ha cumplido con seleccionar textos sólidos.

            Un factor que aglutina a gran parte de los autores es la temática ligada a la familia, al espacio de lo íntimo y en algunos casos la autorreferencialidad. La reiteración a la exploración de los lazos familiares, los afectos, o la disfuncionalidad de las relaciones humanas más que un nuevo interés (un tema “nuevo”) suponen la refracción de su crisis en la sociedad moderna. Es decir, si en el siglo XIX la imposibilidad de la unión matrimonial entre los jóvenes amantes aludía a la dificultad de las recientes naciones para configurarse como tal (como sostiene Doris Sommer en Ficciones fundacionales), en el siglo XXI asistimos a su crisis: la nación ha sido “demócrata”, pero es una institución que no funciona, por ello los ideales colectivos (la justicia social) han decaído para dar paso a los deseos individuales y al hedonismo. La familia es metonimia de la nación y su crisis “afectiva” solo devela la crisis por la que atraviesa el Estado-nación.

Es un lugar común afirmar que no hay pues antología perfecta, pero coincidimos con Jorge Valenzuela, cuando sostiene que en esta hay un trabajo serio de lectura (en ese sentido, el prólogo “Breve paso por la distancia corta en el Perú” da cuenta de los criterios de selección y el contexto en el que sitúa el cuento peruano contemporáneo). El fin de algo ofrece un panorama del cuento contemporáneo y recoge los cambios de sensibilidad al que asistimos en el siglo XXI. Es un trabajo de lectura recomendable para entender lo que el maestro Jorge Basadre denominó “literatura penúltima”.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

viernes, 4 de septiembre de 2015

Julio Isla Jíménez. El sueño de Noé. Alastor Editores, 2015.


Noé, el humano.

 

Julio Isla Jíménez. El sueño de Noé. Alastor Editores, 2015.

 

En nuestro país, el género dramático no ha sido explorado de manera adecuada hasta el momento, pese a que existen varios autores del canon peruano que han sabido compartir su escritura en diferentes manifestaciones literarias; verbigracia, tenemos a Vallejo, Valdelomar, Salazar Bondy, Vargas Llosa, entre otros. No obstante, frente a esta práctica que parece desarrollarse de manera sinuosa, marginal, existen escritores que optan por crear mundos a través de los diálogos y las descripciones, pues el teatro sigue siendo la literatura en carne viva, es decir, la que cobra vida a través de sus actores, en el que la objetividad y la subjetividad se entremezclan para brindarnos un panorama de drama, tragedia, y comedia en cada acto que se produce en las páginas y en el escenario. Por ello, es saludable que para inaugurar su sello, Alastor Editores, publique una obra teatral, pues abre una brecha atosigada en el mercado editorial de novela, cuento y poesía. Y este debut ha sido auspicioso, ya que El sueño de Noé, de Julio Isla Jiménez, representa la calidad de los textos que piensan publicar.

            Ahora bien, al leer El sueño de Noé nos hallamos ante una obra dramática que nos presenta el mito bíblico del diluvio universal y la construcción del arca por parte de Noé para su salvación. La referencia es muy tangible a la narración que nos brinda el Génesis sobre la destrucción del mundo por parte de Yavé, el dios judío, debido a la perdición de la humanidad. Sin embargo, lo que nos brinda Isla Jiménez no solo es una relectura de este pasaje bíblico, sino un cuestionamiento sobre la creencia y obediencia de Noé respectos a los designios divinos. A través de una prosa espléndidamente cuidada, con las formas de hablar y conjugación de los verbos de manera castiza, sin caer, por supuesto, en los anacronismos lingüísticos, el lector no revive un episodio antiguo con personajes anquilosados en la memoria, sino que asiste ante la modernidad de sus pensamientos, el drama vivencial, el conflicto de cumplir el deber o no de la misión sagrada, y, sobre todo, la humanidad impregnada en Noé, así como la de algunos hombres escépticos que cuestionan su labor de construir la embarcación en una época en el que la Palabra era autoridad y la sumisión, irresistible.

            Asimismo, lo que ha logrado Julio Isla en su obra dramática es desmitificar esa somnolencia y panorama litúrgico mediante un humor fino y sutil; por ejemplo, cuando dialogan los hijos de Noé, Jafet y Cam, respecto a lo que hace su hermano Sem y su esposa en uno de los compartimentos del arca:

Jafet: (…) ¿Y Sem?

Cam: Con su mujer, asegurando la continuidad del género humano.

Jafet: ¿Con estos ruidos horribles?

Cam: Peores harán ellos. Gracias a él no nos extinguimos (46-47).

 

Notamos la ironía, también, en estos parlamentos, pues lo que el dramaturgo trata de hacer es soterrar el aspecto mítico del diluvio universal mostrando la humanidad de los personajes, pues ellos también piensan, gozan, comen, critican, etc. Incluso, la aparición de “otra arca” en medio de las aguas revierte el mito fundamental, así como otorga la explicación del surgimiento del mal luego de la erradicación de la perfidia, idolatría y perdición en el mundo:

Voz de Yavé: Mientras la tierra se inundaba y el espectáculo de tanta desolación me había persuadido de hacer descender al fin la marea, ¡no vais a creer, Noé, lo que mi ángel encontró flotando sobre las aguas! Un arca, un arca tan grande como la vuestra, repleta de hombres, mujeres y niños. ¿Increible, no es así? (60)

 

Sin embargo, la historia no acabará aquí su explicación sobre la aparición de la maldad nuevamente, sino que aparecerán tres escenas siguientes que sorprenderán al lector al sumergirlo en la ironía y omnipotencia de un Dios sabelotodo como es presentado Yavé. Con ello, se logra la anagnórisis no solo en los personajes como Noé y sus hijos, sino en el mismo Receptor, pues termina escéptico de lo que realmente ocurrió en los hechos bíblicos; o sea, si solo fue un sueño, como el mismo título del drama lo dice, o si efectivamente ocurrió como afirma la tradición judaica.

            Entonces, lo que ha logrado el autor es presentar de manera arriesgada, pero con acierto, un episodio conocido, aunque no cerrado, para las interpretaciones y narraciones posteriores del mismo tópico, pues con ello nos está diciendo que cualquier historia es una obra abierta, con lo cual, las diferentes versiones apócrifas no solo amplían el conocimiento que tenemos de este Noé judío, sino que nos permite ver otra versión más humana de él, de carne y hueso, dudas y traiciones, escepticismo y pecado, elementos propios de una modernidad que ya se encontraba en ciernes en el nuevo Adán, como se expresa en el texto.

            De este modo, El sueño de Noé, de Julio Isla Jiménez, se presenta como una obra promisoria que muestra mucho oficio de crear un mundo dialogante con la tradición, pero con una mirada renovada y perspicaz que hacen de su primer libro una piedra de toque en el mundo editorial, así como del teatro en nuestro canon contemporáneo.   

 

Jhonny Pacheco

Universidad Nacional Mayor de San Marcos