martes, 6 de junio de 2017

Jack Martínez Arias. Sustitución. Lima: Emecé, 2017. 131 p.





Jack Martínez  Arias. Sustitución. Lima: Emecé, 2017. 131 p.

            Jack Martínez Arias (La Oroya, 1983) publicó en 2014 Bajo la sombra. Una primera novela en el que la familia era el eje central. En esta segunda entrega, el eje se mantiene pero hay una mejor articulación de los contenidos de la trama. La historia es sencilla, un viaje que realiza el personaje central sirve como pretexto para revisar un hecho de su pasado familiar y su propia identidad. Se tratan dos historias, la del hijo y la del padre. El hijo es inseguro en cuanto a sus afectos y podríamos decir que carece de experiencia amorosa. El padre resulta todo un misterio. En realidad el secreto del padre es el motivo que hace que la novela avance y mantenga el interés del lector.
            El padre es un personaje fantasmal que parece haber sido sacado del mundo ribeyriano, en especial de “Alienación”, es uno de esos peruanos que para obtener la nacionalidad norteamericana van a la guerra, y obtienen otras “marcas”. El primer conflicto es de la nacionalidad. La patria resulta siendo una entelequia artificial. La patria no existe para quien es ciudadano del mundo, pero este sentimiento choca cuando confrontas tu pasado, tus raíces. No se pueden negar, no se pueden sepultar: está ahí, como una presencia fantasmal que retorna.
            La historia del hijo adquiere tintes insólitos cuando, por amor (o miedo), se ve obligado a mentir sobre su familia, a la persona que ama. Es una versión masculina de Sherezade (como en La conciencia del límite último de Calderón Fajardo), que debe seguir hilvanando un hilo que sabemos solo puede conducir a una decepción mucho mayor. La idea de inventarse una familia no es nueva. Está en las comedias norteamericanas como en Just Go with It (2011) o We're the Millers (2013); o en las españolas Familia (1996) de Fernando León de Aranoa o en esa obra maestra del fantástico La ardilla roja (1993) de Julio Medem. Pero aquí contiene tintes trágicos. Como señala el personaje, este le seguirá “mintiendo y recordando muchas de las cosas que ya le había dicho, retando mis propias habilidades de invención y memoria, evadiendo mis recuerdos reales y recurriendo a mi falso pasado” (67). Dado que el personaje da su “testimonio” de vida a la “científica social”, tal operación pone en tela de juicio la veracidad del testimonio y la nula capacidad de quien recoge la información. Incluso ella confiesa que ha modificado los otros testimonios para que se parezca al de él, que en el fondo sabemos que es falso.
Cuando la historia del padre se devela hacia el final, los estereotipos afloran: el padre militar (soldado-héroe) y la madre prostituta. Por momentos inverosímil, esa relación culmina de modo trágico: el padre asesina a la madre (las razones se explican en la novela). Ese crimen quizás pueda alegorizar tanto los crímenes de Estado (el padre) como la ausencia de la mujer ángel (la madre, altamente sexualizada) en la sociedad actual, lo que hace que la noción de familia tradicional se desestructure. Y que ese sea el verdadero objeto de deseo del protagonista: la búsqueda de un lugar-hogar.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos